Comenzó como operador de cámara en cortometrajes y documentales al comienzo de los años sesenta, hasta que en 1966 tuvo la oportunidad de crear las contrastadas y duras imágenes para la película de Carlos Saura “La caza”.
El zamorano (nació en Toro en 1934) importó al cine español las formas de la Nouvelle Vague francesa, rompió con el ambiente gris de las películas del período franquista y, al mismo tiempo, con las imágenes tipo tarjeta postal.
Fotografiando películas como: “Hay que matar a B”, “Furtivos” “El espíritu de la colmena” o “Mi querida señorita” buscó plasmar la realidad, en un soporte, el celuloide, que no podía ofrecerla, y para ello debió recurrir a artificios.
Durante el rodaje de “El espíritu de la colmena”, y debido a la ceguera que venía sufriendo, se vio forzado a utilizar imágenes Polaroid para poder ubicar las luces en el escenario.
Resulta irónico que un profesional dedicado a capturar la belleza con la luz tuviera que aceptar la privación de la misma en sus propios ojos.