La fotografía que inventaron Niépce, Talbot y Daguerre consistía en un proceso fotoquímico que tuvo un gran desarrollo, llegando a formar parte de uno de los principales medios de comunicación del siglo XX.
En un principio, la imagen fotográfica era registrada en placas de vidrio, hasta que George Eastman inventó la película enrollable o carrete. En el año 1990 esta película fotosensible comenzó a ser sustituida por el sensor electrónico, el proceso fotoquímico se convirtió en digital.
El formato digital ha permitido la máxima popularidad de la fotografía, ya que cualquier persona lleva en todo momento una cámara digital en su teléfono móvil, lo que, sin embargo, no los convierte necesariamente en fotógrafos.
De igual manera, el gran desarrollo y sofisticación de programas informáticos para el revelado y edición de fotografías ha facilitado el acceso a este proceso antes casi solo accesible a profesionales.
A pesar de esta transformación en el proceso de captar imágenes de la realidad para registrarlas en un soporte, de haber pasado de ser analógico a ser digital, la fotografía sigue basándose en los mismos principios óptico básicos.
Desde antiguo se conocía el hecho físico de la cámara oscura. Si hacemos un pequeño agujero en una pared de una habitación completamente a oscuras, la imagen que se halla delante del agujero es proyectada, invertida, sobre la pared de atrás. Para obtener una fotografía en esta habitación, solo faltaría que la pared en la que la imagen es proyectada estuviera revestida de una capa sensible a la luz.
