En una obra de teatro la acción transcurre de forma cronológica y continua, lo que facilita al actor desempeñar su hilo interpretativo.
En cine, como la acción es interrumpida cada poco, un actor no puede fluir de igual manera a lo largo del hilo expresivo de su personaje, por lo que necesitará ser guiado constantemente con el fin de mantener el raccord emocional de la escena.
Con el mismo fin y por el mismo motivo, el actor hará mejor interpretación si conoce qué ha pasado con anterioridad a su personaje, qué hechos lo han llevado a sentir o a hacer lo que hace en ese momento. Estas son las motivaciones internas del personaje, que el actor debe tener en cuenta y hacer suyas en cada plano y escena.
Un buen actor preferirá conocer las motivaciones que han conducido a su personaje a ese momento, a que simplemente le digan algo como: “Ahora mira hacia allí y pones cara de sorpresa”