
El sonido del cine tiene un nombre: Ennio Morricone.
¿Quién no ha oído alguna vez el tema principal de “La muerte tenía un precio” (Per qualche dollaro in più, 1965) “El bueno, el feo y el malo” (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966) o “La misión” (The mission, 1986)? Todos ellos forman parte de bandas sonoras del cine compuestas por el genio italiano, fallecido el pasado 6 de julio.
Ya sea por sus vigorosos acordes de guitarra, sus espectaculares coros, sus suaves y melódicas cuerdas, algo tiene la música de este hombre que nos atrapa, nos seduce y nos enamora.
Junto al director de cine, también italiano, Segio Leone, formó un tándem de esos que se dan a veces (Spielberg y Williams, Hitchcock y Herrmann, Lean y Jarre…) dando como resultado una producción artística de calidad y fácilmente reconocible


“He escrito muchas bandas sonoras desde que hice las del oeste, pero, a menudo, el público solo recuerda esa” decía el Maestro, quien trabajó con grandes directores, tanto para producciones europeas como norteamericanas: Polanski, Malick, Pakula, Pasolini, Joffé, Tornatore, De Palma…
También parece ser que fue requerido por Stanley Kubrick para realizar la música para “La naranja mecánica” (A clockwork Orange, 1971) (banda sonora que, en parte, resultaría consistir en adaptaciones a sintetizador de temas clásicos), pero Morricone se encontraba sujeto a un contrato y no pudo hacerla.
Con todo, como él mismo decía, y a pesar de su amplio y variado currículo, siempre es especialmente recordado por la música que creó en la década de los sesenta para los westerns de Leone.
A temprana edad comencé a interesarme por su música y a indagar por las tiendas de discos en busca de alguna banda sonora suya para añadir a mi colección.
Desde hacía años venía dando conciertos por distintas partes del mundo y, la noche del 10 de noviembre de 2006, que coincidió con su cumpleaños, tuve el privilegio de disfrutar de su música como nunca lo había hecho hasta entonces: dirigida por su propia batuta a pocos metros del mar Cantábrico.
Como guinda de una noche inolvidable, Ennio me firmó uno de sus discos recopilatorios.


Trabajador incansable, Morricone solía decir que la inspiración apenas existe, que el 90 % de la obra de un artista es producto de la transpiración.
Se levantaba muy temprano y, tras hacer algo de ejercicio físco, se sentaba ante su pluma y sus partituras, donde pasaba buena parte del día.
Tanta transpiración tuvo como resultado el hecho de que ningún compositor de cine haya sido tan prolífico como él, y de que la música de sus películas hayan formado una especie de banda sonora en la vida de muchas personas a lo largo del tiempo.

Morricone había sido nominado al premio Oscar por: “Días del cielo” (Days of Heaven, 1978). “La misión” (The missión, 1986). “Los intocables de Eliot Ness” (The untouchables, 1987). “Bugsy”, 1991. “Malena”, 2000.
Sin embargo, no fue hasta la edición de estos premios del año 2007 cuando fue galardonado con la estatuilla honorífica por toda su carrera.
Clint Eastwood, su compañero en los westerns europeos, fue el encargado de ponérsela entre las manos.
En el año 2016 fue premiado con el Oscar de la Academia por su banda sonora para la película de Quentin Tarantino “Los odiosos ocho” (The hateful eight, 2015).

Ennio Morricone, auténtica leyenda del sonido de cine, nos ha dejado. Fue un hombre trabajador, humilde y, como deja explícito en su música, con una exquisita sensibilidad.
La música es uno de los mayores regalos de esta vida. Gracias, Ennio, por tus generosas corcheas, redondas y semifusas que tanto contribuyen a hacerla mejor.
Vídeo que creé en homenaje a Morricone tras su concierto en directo.
Ennio Morricone, un maestro inolvidable
Inolvidable, así es.
Gracias por comentar.