
En el año 1968 se estrenó en Nueva York una película diferente, única, desarrollada con una narrativa inusual. Hay muchas películas de ciencia-ficción, pero el contenido alegórico, mítico y filosófico de 2001: Una odisea del espacio (2001: A space odyssey. Stanley Kubrick, 1968). la encumbra sobre todas ellas.
Después de la comedia satírica que es “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb” Stanley Kubrick, 1965) el visionario director neoyorquino contó con la colaboración de Arthur C. Clarke para escribir el guión de esta obra llamada a convertirse en un hito.
EL SURGIR DE LA INTELIGENCIA
Kubrick y su equipo no escatimaron en medios y, mediante una tecnología muy adelantada a su tiempo, nos hablan de la evolución del ser humano y su relación con el universo, una idea que llevaba tiempo bullendo en la cabeza del director.
Para Kubrick y Clarke, la inteligencia hizo acto de presencia en el prehomínido a través de un soplo o influjo proveniente de fuera de nuestro planeta. De ello se encarga, como representación o símbolo de suprema inteligencia, quizá Dios, una piedra de color negro y proporciones perfectas.
Una vez la chispa ha prendido en el cerebro de esos antecesores del hombre, este ya no cesará en su afán de aplicarla en el intento de crear los medios que le permitan mejorar su forma de vida y de explorar el mundo que lo rodea.
UN GRAN PASO PARA LA HUMANIDAD
Así, espoleado por su curiosidad, y a caballo de la tecnología que ha creado, el hombre es capaz de abandonar su planeta materno y poner los pies en el satélite lunar. “Un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la Humanidad”, dirá Neil Armstrong al posar su pie sobre la superficie lunar al año siguiente de estrenarse la película.

El hombre ha dado un gran paso al ser capaz de crear los medios que le permiten poner sus pies fuera de la Tierra, pero, una vez logrado, el descubrimiento en la Luna de una piedra de color negro y proporciones perfectas, sí, idéntica o la misma que había aparecido ante sus ancestros, lo empuja a querer descubrir el lugar del que procede y su significado. De este modo, el hombre se lanza al espacio en un viaje hacia Júpiter y más allá del infinito.
EL FALLO DE LA TECNOLOGÍA

En este viaje, propio de la pluma de Homero, el hombre tendrá que habérselas con la tecnología que él mismo ha creado, pues la computadora que forma el sistema nervioso de la nave Discovery se rebelará contra él. El producto de la mente humana, como herramienta, puede hacerle la vida mejor, pero, al mismo tiempo y como arma, puede quitársela. A la izquierda, el ojo omnisciente de la computadora HAL-9000.
En esta batalla hombre-máquina que tiene lugar en el Discovery, el hombre, Dave Bowman, sale victorioso (no así su compañero de viaje Frank Poole y tres científicos en estado de hibernación). Esa tecnología con capacidad de pensar y de sentir puede poner en peligro a su creador, pero aún está supeditada a este.
MÁS ALLÁ DEL INFINITO

Solo, y ya cerca de Júpiter, bajo el influjo de una nueva piedra de dimensiones perfectas, la nave de Bowman es atraída por una enorme fuerza que lo hace ser testigo de nuevas realidades y dimensiones para terminar desembocando en un extraño lugar en el que parece estar en observación y cuarentena hasta su vejez. Postrado en la cama con una edad muy avanzada, ante él aparece de nuevo la piedra rectangular y, quizá en un último intento por desentrañar su misterio o quizá en señal de comprensión y complicidad, levanta un brazo hacia ella. En ese momento, el anciano Bowman ya no está en su cama. Ante la presencia de la piedra negra perfecta, su lugar lo ocupa ahora algo que parecer ser una placenta materna.
El hombre, con el supremo conocimiento y experiencia de los que se le ha permitido ser testigo, atraviesa el cosmos de vuelta hacia la Tierra en forma de niño renacido.
“2001: Una odisea del espacio” y yo. Alguna reflexión.
Vi por primera vez “2001: Una odisea del espacio” en el cine Pompeya de Zamora a mitad de la década de los setenta del siglo pasado, cuando se iban a cumplir diez años desde su estreno. Aunque no comprendí mucho, alimentó mi curiosidad y en las sucesivas ocasiones en que pude verla cada vez me gustó más. Con el tiempo se convertiría en la película que más veces he visionado.
“2001: Una odisea del espacio” es una película que suele requerir verla más de una vez para sacarle algún significado. Esto es lo que piensan los autores, pues no la concibieron tanto para el intelecto del espectador como para sus emociones.
Las bellas imágenes de 2001, a menudo con abundante contenido simbólico, se las apañan solas para impactar dentro de nosotros a un nivel distinto del racional.
¿ES “2001” UNA PELÍCULA RELIGIOSA?

La piedra de color negro, el monolito, es el elemento sobrenatural que se encarga de plasmar en el hombre el deseo y la facultad de desarrollarse, de evolucionar.
En 2001 veo, hacia el espacio exterior, algo parecido a lo que ha sido tradicionalmente la búsqueda mística hacia el espacio interior: la unión del individuo con lo absoluto. También la transformación de David Bowman en el niño que regresa a la Tierra nos remite, de alguna manera, a la idea religiosa de resucitar o renacer tras la muerte.
El ser humano suele preguntarse acerca del sentido de la vida, y en “2001” creo que puede hallar una respuesta. Puede parecernos que nuestra vida es rutinaria, sin sentido, pero solo gracias a esa rutina, a ese trabajo diario, es como el hombre ha conseguido los avances tecnológicos que, según esta película, podrían permitirle tomar contacto con nuevas experiencias y realidades que darán un gran significado a su existencia.
Esa representación simbólica de la inteligencia cósmica o de la divinidad que es el monolito parece ser el catalizador que empuja al hombre a experimentar cada salto hacia adelante en su desarrollo.
- Entre los primates del pleistoceno (pasan de comer solo hierbas a enviar naves tripuladas al espacio).
- Entre los astronautas en la Luna (se lanzan a un viaje interplanetario con el fin de desentrañar su origen y significado).
- En las proximidades de Júpiter (el astronauta David Bowman es atraído en su nave hacia la extraña habitación extraterrestre).
- A los pies de la cama de Bowman anciano (al “morir” Bowman es transformado en el niño estelar).
¿SOBRA ALGÚN MONOLITO?

Me parece una idea brillante. Sin embargo, y desde mi personal punto de vista, diría que una vez conquistada la Luna, el hombre saldría a explorar el espacio que está más allá con independencia de haber descubierto en ella el monolito o no. La inacabable curiosidad del hombre, que ha demostrado a lo largo del tiempo, lo llevaría desde entonces a desear ser capaz de conquistar cada vez más y más espacio sin hacer falta un nuevo influjo del símbolo pétreo en el satélite lunar.
Además, y sirva también como opinión personal, cuando el hombre es capaz de pisar sobre la Luna no solo ha creado los medios técnicos que le han permitido alcanzarla, sino que ha ido más allá y ya cuenta con la tecnología necesaria para ir hasta Júpiter. En la película no existe un lapso de tiempo que permitiera al hombre mejorar su tecnología desde que pone su pie en la Luna y sale luego a explorar el espacio más alejado (¿necesidad de una nueva elipsis como la del hueso del prehomínido?). También según esto, la parte de la película que tiene como protagonista el descubrimiento de la piedra en la Luna, estaría de más, puesto que el hombre disponía ya de los medios técnicos que le permitían salir a explorar lugares más remotos.
Desde que se estrenó, “2001: Una odisea del espacio” no ha dejado de producir reacciones e interpretaciones de todo tipo. No en vano, la intención de crear una obra subjetiva, no explicada, fue la intención original de sus autores.
Esta obra de arte nos hace sentir y nos incita a pensar. Quizá ahí es donde radica su mayor grandeza.